septiembre 28, 2008


Hugo Hartung, árbitro de divisiones inferiores de futsal

«El reglamento lo conozco a la perfección»

Son los más cuestionados, pero detrás de lo que hacen en la cancha, hay una vida, una historia y un mundo

A menudo, se convierten en el blanco preferido de jugadores, técnicos, padres y -por qué no reconocerlo- también de los periodistas. Sus actuaciones despiertan quizás más polémicas que las de los árbitros de primera división. El dedo acusador, implacable, se posa sobre ellos cada semana. Sin embargo, los árbitros de inferiores siguen adelante. Y aunque sean tan poco valorados, su presencia es imprescindible: sin ellos, obviamente, no habría futsal. "A mí este deporte me gusta mucho", asegura Hugo Hernán Hartung (22 años), uno de los tantos pasantes que integran el plantel de la actividad y el elegido, en este caso, para referirse a los temas que forman parte del complejo mundo de las inferiores. Más allá de las críticas, los árbitros también merecen ser escuchados. Y a través de las opiniones de Hartung, la voz de los que menos hinchas tienen también podrá ser tenida en cuenta:
"Para mí esto es una pasión y lo veo como algo a futuro. Me encantaría hacer una carrera en el arbitraje. Entré el año pasado al sindicato (la AAA) y este año empecé a hacer la pasantía en AFA, por ahora sólo en el futsal. En un mes tendré que dar el examen para ver si quedo. Además, también me mandan a campeonatos de liga, en cancha grande".
"El futsal me parece muy lindo. Lo que más me gusta es dirigir las categorías más grandes, como quinta y cuarta, porque en las chiquitas, es más el tiempo que perdés explicándole las reglas a los chicos, que otra cosa. Yo el reglamento creo saberlo a la perfección. El año pasado nos dio clases Pablo Zechillo y este año tuvimos prácticas con Viñas, Ghibaudi. Uno de los árbitros que más me gusta es Marcelo Aumente, de quien tuve la oportunidad de ser cronometrista, aunque reconozco que de muchos no me acuerdo el nombre".
"Yo vivo en Temperley y en AFA tratan de mandarme a canchas no tan lejanas. Pero a veces es todo lo contrario. En mi debut tuve que viajar hasta Hurlingham. Y hace poco, cuando me tocó ir a Nueva Estrella, salí tres horas antes y llegué justo. Me tomé un colectivo hasta Puente La Noria y de ahí otro. Como no conocía el camino me perdí. Tuve que recorrer un largo trecho a pie. Encima no estuve lejos de que me robaran. Después de dirigir toda la tira pasé por la AFA a dejar las planillas. Volví a mi casa a las once de la noche, casi doce horas después de haber salido. Al otro día, a las cinco, me levanté para ir a trabajar".
"Para colmo, en mi laburo estoy nueve horas parado. Yo soy metalúrgico: trabajo de 6 a 15 en una fábrica de bujes para autos. Tres veces por semana, cuando vuelvo del laburo, apenas tengo tiempo para bañarme y ya tengo que estar saliendo para los entrenamientos en el Bajo Flores. Esto es muy sacrificado, casi no tengo vida, pero no me quejo porque es lo que me gusta".
"Hace poco tuve problemas en la cancha de Villa Argentina. Debí suspender un partido de octava, con El Talar. Resulta que un padre estuvo todo el partido gritándome ‘payaso’. Un jugador también lo hizo y lo expulsé, junto con el técnico, que me dijo ‘alcahuete’. Después se empezaron a pelear entre ellos hasta que el mismo equipo se fue de la cancha. Uno de los problemas que más veo es el mal comportamiento de los padres, que termina contagiando a los chicos. Por eso, prefiero dirigir a los más grandes, porque además, los partidos son más picantitos. Con los más chiquitos nunca pasa nada".
"Muchas veces la gente se pone muy nerviosa con nosotros. Un día casi me pegan, aunque no fue en futsal sino en cancha grande, en el torneo de LIDE. Ahí, un padre se acercó. ‘Acordate bien de esta cara’, me dijo y amagó con darme un golpe. Así y todo, no tuve miedo. Nunca lo tengo".
"A nosotros nos pagan 25 pesos por partido, más un viático de diez pesos por cada uno. Si tenés la suerte de que te toquen cinco partidos te llevás 125 pesos por semana más cincuenta de viático. Claro que muchas veces gran parte de eso te lo gastás en remis, porque a la hora que salís -sobre todo si te mandan como cronometrista- ya no conseguís trenes ni colectivos. A pesar de todo, no pienso que sea poco. Por el contrario, el hecho de que me den plata por hacer algo que me gusta hasta me resulta extraño".