diciembre 14, 2009

En la noche del martes, el equipo de Villa Urquiza consiguió su noveno campeonato al golear a Allende por 8 a 1. A continuación, los detalles más salientes de otra jornada inolvidable para la gente de esta institución que ya batió todos los récords en el futsal de AFA.
GENTILEZA DE ALLENDE. la dirigencia de Allende, representada por Horacio Tancredi y Roberto Basílico, le obsequió a sus pares locales una plaqueta con motivo de la obtención del Apertura 2009. Ahora que también ganaron el Clausura, ¿habrá otro regalito más?
HABLANDO DEL JUEGO... Luego de un comienzo parejo, Pinocho rápidamente pasó a comandar las alternativas, reflejando esa supremacía en el marcador. Allende fue un duro rival al principio. Al promediar el primer tiempo las cosas estaban 1 a 1, pero en el entretiempo el local ya se imponía 4 a 1. En el complemento, fue todo de Pinocho, que señaló otros cuatro goles (pudieron ser más). Enseguida, se desató la fiesta...
LA MENTE EN LA BOCA. A medida que los minutos pasaban y Pinocho no convertía (ya que el primer gol de Calo llegó recién a los 10’) algunos hinchas no lograban contener la ansiedad y se preocupaban por la suerte que corría Boca, en el clásico con River. Es que si Pinocho empataba y los xeneixes ganaban, el título se iba para La Ribera. Cuando el primer tiempo terminó en Villa Urquiza, en La Boca el marcador favorecía 3-0 al local. Obviamente, rato más tarde, nadie se acordó de lo que estaba pasando en las demás canchas...
NERVIOS DE MADRE. Al término de la primera etapa, el doctor Llermanos corrió hacia la tribuna para atender a una señora que no se sentía bien. El médico local debió acostarla en la cancha, ya que estaba al borde del desmayo. Finalmente, se supo que se trató de un bajón de presión. ¿Quién era la mujer? La madre de Fafasuli, que, al parecer, se puso muy nerviosa cuando vio que su hijo recibió un fuerte pelotazo en la cara y no salió a jugar en el primer tiempo. Pasado el susto, la dama se recuperó y celebró el título como si nada hubiera ocurrido.
«LOS GOLES DE PABLITO QUE YA VAN A VENIR...» Estaba por terminar el cotejo y Ezequiel Gazzo ya había hecho ingresar a todos los futbolistas de su equipo, con excepción del arquero Quevedo y Pablo Marcone. Entonces, el sector local empezó a corear en forma insistente el apellido de éste último. El Chequi, acaso sintiendo la «presión», lo llamó para calentar y la ovación para el defensor fue instantánea. Al rato, también ingresó Quevedo, muy aplaudido, en reemplazo de Elías.
CONTENTOS IGUAL. Martín Amas y Pablo Fernández, dos jugadores habitualmente titulares, no pudieron jugar en función de sus preocupantes lesiones. Mientras que el Zurdo quedó al margen por una lesión ligamentaria sufrida en los últimos días, debido a un problema similar, Fernández fue intervenido quirúrgicamente y espera arrancar con la recuperación. Ambos estuvieron en la primera fila de la tribuna, y participaron de los festejos como si hubieran jugado.
ES EL EQUIPO DE VICENTÍN. El utilero de Pinocho cada vez que su equipo da una vuelta olímpica, se calza una camiseta que hace alusión al número de torneos ganados. Esta vez, Horacio Vicentín apareció con una musculosa muy pequeña, tipo básquet, con el número nueve. Por cábala, no quiso decir nada antes del partido, pero en el entretiempo, la remera ya asomaba de su bolsillo. Segundos antes de la chicharra, el simpático personaje lucía con orgullo su atuendo, preparado para mostrársela a todo el mundo.
NADA MÁS QUE ALGUNOS INSULTOS. El desarrollo del partido fue muy correcto, si bien en el rectángulo hubo algún incidente que no opacó el buen comportamiento general. En el transcurso del ST entró a la cancha Gabriel Gil y en una de sus primeras intervenciones tuvo un fuerte encontronazo con Riente. A raíz de esta cuestión, además de Mauro, el jugador de Allende fue increpado luego por otros rivales y por espacio de unos minutos, un clima de tensión amagó con instalarse en el gimnasio, ya que también algunos hinchas de ambos bandos aportaron insultos.Por suerte no pasó a mayores.
TARDE, PERO SEGURO. El estadio, desde temprano, lucía casi colmado, pero la barra del campeón recién hizo su ingreso a los 12’ del ST. Cánticos, bombos y redoblantes, fueron útiles para entibiar un clima que hasta ese entonces, era bastante frío. Con el clásico «dejo todo en la vida para ver a Pinocho...» el ambiente terminó por adquirir la temperatura acorde a un título. Tras la pitada final, los jugadores se sumaron para convertirse en los verdaderos protagonistas de la fiesta. Con especial énfasis, le «dedicaron» el campeoanto a Boca y al periodismo.